"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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El narrador en tercera persona

EL NARRADOR EN 3ª PERSONA La tercera persona gramatical habla de una ella, un él o ellos. Esta persona gramatical se usó en los cuentos de tradición oral. Desde una distancia casi mítica, es obvio que ni el universo ni los dioses cuentan sus propias historias, sino que los seres humanos son quienes las refieren a partir de lo que los abuelos contaban. Con el tiempo, esta manera de narrar fue convirtiéndose en un recurso de objetividad, es decir, si el narrador no estaba involucrado en la historia, podía mantenerse al margen de la emoción. Desde luego que para el cuentista, dar la impresión de objetividad puede ser un recurso que convenza al lector de que lo que se cuenta en realidad sucedió. Por ejemplo: nadie pone en duda que el lobo habló con Caperucita, ni que éste se disfrazó de la abuela, cuando en términos reales eso es imposible; es evidente que al encontrarse con la tercera persona, el lector, inconscientemente, hace el pacto narrativo de creer lo que le dice este narrador de la ficción. 1. El Omnisciente Dentro de esta persona gramatical y con esos atributos, aparece el tradicional narrador omnisciente, que es como un dios que refiere la historia y como ser todopoderoso es omnímodo (lo contiene todo, incluye todo); crea y destruye, decide sobre la vida y las acciones de los personajes (es omnipotente); lo sabe todo, no solamente lo que sucede en la acción externa, sino también lo que piensan y sienten los personajes (es omnisapiente); está en todo lugar, tiene el don de la ubicuidad y puede trasladarse en el tiempo y en el espacio (es omnipresente); es justo, no hace juicios de valor sobre los personajes, incluso cuando el tratamiento sea irónico, es a partir de las paradojas o la ironía en el discurso de un narrador distante que el lector debe hacer sus juicios, no a partir del prejuicio del que narra. Este es el caso de la versión de Grimm, que fue la que nos contaron en la infancia. Hagamos memoria: Había una vez una niñita cuya abuela estaba enferma. La madre pensó: Está vieja y enferma, no puede quedarse sin comer, así que decidió mandar a su pequeña hija a llevarle comida y galletas. Como a la niña le encantaba usar una capa con caperuza de color grana, todos la apodaban Caperucita roja, así que la madre la llamó y le dijo: –Caperucita, tu abuela está enferma, ¿puedes llevarle esta canasta con comida? La niña asintió con los ojos muy abiertos, a ella le encantaba salir de la casa y jugar en el campo, pensó que era una gran oportunidad para perseguir mariposas. La madre se arrepintió momentáneamente, entre su casa y la de la abuela había un bosque y dentro del bosque un lobo peligroso. Pero la abuela estaba enferma y si no comía, podía morir. Así que decidió advertir a Caperucita y le dijo: –Escucha hija, para llegar a la casa de tu abuelita tienes que atravesar el bosque, allí hay un lobo muy grande y hambriento, a quien le gusta comerse a las niñas. Por favor, utiliza solamente el camino vecinal, no te desvíes y sobre todo, no hables con nadie. La niña estaba tan contenta que casi no oyó las instrucciones que su madre le daba. “Sí, pensaba, voy a llevarle un gran ramo de flores silvestres a mi abuelita.” Pero no le dijo nada a su madre, para evitar que la regañara. Y sigue con la narración como la conocemos hasta que el leñador-cazador-guardabosque la salva de las garras del lobo y libera a la abuela. •Leer “Reloj sin dueño” de José López Portillo y Rojas, pp.55 2. El avec o narrador con También en tercera persona nos encontramos al narrador avec, o narrador con, esto quiere decir que acompaña, es como otra conciencia dentro de uno de los personajes y este narrador refiere únicamente desde la perspectiva de ese personaje, sabe lo que siente, piensa o quiere el personaje que acompaña; no obstante, no puede saber más allá que lo que ese mismo personaje percibe. Este narrador puede ir desplazándose desde la perspectiva de un personaje distinto en cada capítulo de la historia. Por ejemplo al principio del cuento el avec puede acompañar a la madre de Caperucita: La mujer tenía miedo de que la anciana muriera si se debilitaba más por falta de alimento, aunque también temía enviar sola a su hija por el bosque. Había oído que un lobo andaba rondando la comarca. Ella nunca había visto un lobo, aunque le habían dicho que eran como perros furiosos, enormes y carnívoros, y que preferían presas fáciles; aunque su hija era lista, apenas tenía diez años. Pensó que debería ir ella misma, pero acababa de parir y estaba débil, no podía exponerse ni exponer al recién nacido. No, la solución era enviar a la niña y advertirle de los peligros; más que advertirle, ordenarle que no se alejara del camino vecinal. Así que preparó un budín condimentado con perejil y pimienta, lo rellenó con carne de caballo, olió el guiso y quedó satisfecha de su obra; acomodó algunas manzanas rojas y otras verdes para que duraran firmes algunos días y también una pequeña garrafa de la última cosecha. Seguramente con unos traguitos de vino tibio, la anciana se sentiría mejor. Metió todo en una canasta que cubrió con una servilleta para evitar que le cayera tierra del camino u hojas de los árboles. Llamó a su hija y le dijo todavía insegura: –Caperucita, tienes que llevarle esta canasta a tu abuelita que está un poco enferma. ¿Te acuerdas cómo llegar? No quería darle más explicaciones sobre la salud de la anciana, para qué inquietarla más, era mejor hacer hincapié en cuanto a las previsiones que la niña debía tomar y hablarle de los peligros del bosque, para que no se distrajera. Caperucita le respondió: –Sí, mamá, claro que sé llegar. La madre la conocía muy bien y notó la disposición de su hija al verla abrir muy grandes los ojos y sonreír, sabía que a la niña le urgía salir y correr, “pobrecita, pensó, ha estado ayudándome aquí encerrada todos estos días.”… Después podemos desplazar el avec al lobo o a Caperucita, porque la madre sale de escena. Por ejemplo: Lo despertó el olor a carne de caballo cocinada con romero, no tuvo más que seguir el rastro, olía a algo más, a ser humano, él temía a los seres humanos, solían cargar armas que lastimaban a los de su especie. La manada menguaba cada vez que se topaba con estos seres, pero el hambre lo hacía temerario. “Qué extraño, pensó el lobo, este ser humano se ha encogido, debe ser menos peligroso.” Tras olisquear un poco más la huella dejada por quien llevaba tan precioso cargamento, llegó a la conclusión de que se trataba de un cachorro hembra de los humanos. Lo que ellos denominaban niña. Decidió acercársele. Ella lo recibió sin emitir ningún olor picante, esto quería decir que no había nada qué temer. Lejos, se percibía otro olor más agrio, el de un humano grande y macho, ese sí era de peligro. El lobo no sabía si la niña iba a encontrarse con el hombre, así que decidió averiguar. –Hola niña, ¿hacia dónde te diriges? -forzó la voz ronca y el lenguaje humano para saludarla. –Buenas tardes señor. Voy a ver a mi abuelita a su cabaña que está del otro lado del bosque –la oyó responder con una ingenuidad que lo hizo feliz–, dice mi mamá que la abuela está enferma y debo llevarle de comer. En la mente del lobo de inmediato se forjó un plan… Como verán, no sabemos por qué no se asustó Caperucita, ni por qué le respondió con suma cortesía, no sabemos si era tonta o ciega o simplemente estaba muy bien educada porque el avec únicamente nos cuenta desde el lobo. Este es un narrador externo con posibilidad de internarse, porque se sitúa desde dentro de uno de los personajes y refiere la emoción del mismo, pero no la de los otros personajes. Es sumamente parecido al omnisciente, no obstante podemos saber que se trata de un avec de varias maneras, en primer lugar, por el lenguaje que utiliza, puesto que éste sí usa coloquialismos, pero sobre todo, porque el avec sólo conoce los pensamientos de su personaje en turno y suponer lo que piensan o sienten los demás. Es frecuente que algunos autores se deslicen entre uno y otro. •Leer “La fiesta de las balas” de Martín Luis Guzmán, pp.215 3. El du dehors o narrador Por fuera En tercera persona gramatical hallaremos también un narrador du dehors o narrador por fuera. Este narrador se sitúa en la lejanía y no puede saber qué piensa ninguno de los personajes, está supeditado exclusivamente a los sentidos y va averiguando lo que pasa en la historia al mismo tiempo que ésta va sucediendo. Este narrador es muy útil en los cuentos policiacos, puesto que sirve para mantener la tensión, ya que en este tipo de historias el desenlace es la primera información que se nos proporciona, aunque también suele usarla Marguerite Duras en algunas novelas como El amor y suele ser un recurso narrativo que pone todo su peso en la descripción, como si viésemos la televisión sin sonido y propusiéramos la historia a partir de lo que vemos, aunque este narrador también puede utilizar los demás sentidos. •Leer “Conversación” de Eduardo Mallea, pp. 411 Narrar el cuento de Caperucita con un du dehors sería más o menos así: La mujer está amamantando al recién nacido, después de dejarlo cuidadosamente sobre la cama, ya dormido, se acomoda la ropa. Mira por la ventana cruzando los brazos y arruga el ceño, parece hacer planes. Se alisa el delantal y comienza a cocinar. Cuando termina el platillo lo huele y hace un gesto de satisfacción. Coloca el guiso sobre un plato y lo sitúa dentro de una canasta, también acomoda varias manzanas rojas y algunas verdes, cubre la comida y las manzanas con una servilleta y por un lado desliza una pequeña garrafa de vino tinto. Vuelve a asomarse por la ventana y llama a alguien. Una niña entra en la casa.: –Caperucita, tu abuelita está enferma, ¿puedes llevarle de comer? –la mujer pregunta. –Sí mamá –responde la niña. –¿Te acuerdas cómo llegar? –insiste la mujer. –Sí, mamá, claro que me acuerdo –contesta la niña. La niña busca bajo su cama y saca una capa hecha de lana que tiene una caperuza roja, le sacude el polvo y se la echa sobre los hombros, va hacia donde la mujer la espera. –Debes tener cuidado, Caperucita, dicen que en el bosque anda rondando un lobo, no te desvíes del camino vecinal ni hables con extraños –dice la mujer. –Sí, mamá, ya sé –responde la niña que mira ya por la ventana. La niña toma la canasta y sale de la casa, va dando pequeños brincos y murmura una tonada. La mañana está radiante, cuando la niña se interna en el camino vecinal que cruza el bosque mira hacia sus pies, el sol se refleja en cientos de pequeños ojos de luz que se cuelan entre las hojas de los árboles, los olores de tierra húmeda y el frescor de la sombra complementan el canto infantil. La niña sonríe, mira a su alrededor y deja la canasta sobre el suelo. Se estira como lo haría un gato al despertar. Recoge la canasta y vuelve a dar pequeños brincos un tramo más. O también: La niña abraza a la anciana que tiembla semidesnuda (y sucia de sangre y vísceras [si elegimos la variante donde el lobo se la traga de un solo bocado]), ambas lloran a gritos. Junto a ellas yace un lobo muerto, con el abdomen abierto del cuello a la cola (en la misma variante). O bien: Afuera aúlla un lobo mientras lucha por liberarse de la cuerda con que ha sido inmovilizado (en la variante del ropero). Un hombre blande un hacha, cuchillo o rifle (a elegir) y las observa serio con el ceño fruncido. Se oye un golpe seco en la puerta, irrumpe otro hombre en la habitación. –Soy el alguacil, díganme qué pasó aquí, se oyeron gritos por toda la comarca –inquiere autoritario mientras observa a las mujeres llorar. –El cazador-guardabosques-leñador… –alcanza a decir la niña entre chillidos, pero se calla de pronto porque la anciana se tambalea mientras intenta cubrirse los senos que ya son apenas un remedo de media pegada al abdomen. –¿Qué les hizo este hombre? Respondan –exige el alguacil, y sin dar tiempo a respuesta alguna, amaga (con una espada, una ballesta o un rifle) al cazador-guardabosques-leñador. El cazador-guardabosques-leñador reacciona automáticamente frente a la amenaza y asesta un golpe sobre la mandíbula del alguacil. Éste está a punto de perder el equilibrio da un paso atrás y de inmediato empuña su arma. Está a punto de herir al hombre que lo golpeó. Las mujeres vuelven a gritar… 4. La falsa tercera persona Existe también la posibilidad de utilizar una falsa tercera persona, en este caso se trata de un narrador-personaje que se oculta tras la tercera persona para simular objetividad, incluso se narra a sí mismo. Este narrador tiene las mismas limitaciones que un testigo en primera persona, aunque habla en tercera gramatical, no puede penetrar en los pensamientos de los otros personajes, puede sugerir, imaginar, adivinar, también hace juicios y al final puede revelarse o no de quién es la voz. •Leer “La compuerta número 12” de Baldomero Lilo, pp. 128 Caperucita narrada desde una falsa tercera persona sería así: Es una familia como todas las de la villa, no había por qué suponer que algo tan grave les sucediera, el padre, un campesino que trabaja en los viñedos del condado, ni mejor ni peor que cualquiera otro, ni más borracho ni menos que cualquiera en la aldea; la madre fue una joven hermosa, ahora, once años después y con siete hijos encima, guarda todavía la mirada azulgris y amplia de su juventud. La niña es quizá un poco más inquieta que las pequeñas de su edad, aunque esto podía ser tomado como una virtud. Caperucita vive en eterno movimiento, aunque, es cierto, eso la hace bastante distraída. La villa es una comunidad, algo así como una familia enorme. Y como en toda familia, no faltan los flojos y los trabajadores, los envidiosos y los generosos, los alegres y los tristes, los débiles y los fuertes. Dentro de esta última categoría está el cazador-leñador-guardabosque que salvó a la niña y a su abuela; es un hombre constante, que ya había escuchado los rumores sobre el lobo, llevaba algunos días buscándolo. En realidad, no fue del todo casual que se hallara por el bosque, lo que sí resultó ser una suerte para él fue que salvara precisamente a Caperucita, hace doce años había andado rondando a la joven de ojos grises que prefirió al campesino de las viñas, una parcela para sembrar era más que la fuerza. Ahora ella sabía que había elegido mal. En la aldea todos se conocen, todos saben o si no, inventan los recovecos de la vida de cada uno en la comunidad. La abuela, ah, la abuela, ella pertenece a otra villa… La falsa tercera persona que acabamos de ver, pertenece al leñador que finge ser objetivo.

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